Cata Ambient Japón + Vinos Blancos · 29 de enero

$49.000$109.000

La Forma del Silencio

Ambient japonés 1980/1990 + dos flights de vinos blancos a elegir
Primera cata de 2025 en nuestro nuevo espacio en Bajo Belgrano

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Descripción

Primera cata de 2025 en nuestro nuevo espacio en Bajo Belgrano.

La Forma del Silencio

Ambient japonés 1980/1990 + dos flights de vinos blancos a elegir

Flight A
Canopus Blanco 2020
Livverá Malvasía 2023
Rocamadre Viejas Viñas Chenin Blanc 2022
Otronia 45º Rugientes Corte de Blancas 2021
Viña Los Chocos Parcela 1 2018
Cara Sur Moscatel Blanco 2023

$49.000/persona
Aplican descuentos para Miembros del Club

Flight B
Saltimbanco Sauvignon Blanc 2020
Matías Michelini Sólido 2022
Zuccardi Botánico 2022
Otronia Chardonnay 2019
Michelini i Mufatto Convicciones 2018
SuperUco Chacayes Blanco (Magnum) 2020

$109.000/persona
Aplican descuentos para Miembros del Club

Acompañamos los vinos con ostras, anchoas y boquerones, pan de masamadre y sal. Como siempre, habrá sorpresas.

Dónde
Juramento 1289 (entre Miñones & Artilleros) · Bajo Belgrano

Cuándo
miércoles 29 de enero de 2025, de 17hs a 20hs


La música ambiental existe en el límite de la percepción, donde el sonido se convierte menos en una entidad y más en una atmósfera. No es música para escuchar, sino para ser. No exige atención; se disuelve silenciosamente en el tejido del espacio, transformaádolo ntre el sonido y el silencio. Sin urgencia, es una música de suspensión, de aire. No hay clímax, no hay resoluciones—solo el continuo despliegue de lo que siempre estuvo ahí, pero no se notaba.

Brian Eno dio forma al género no introduciendo algo nuevo, sino reconociendo lo que siempre fue posible. La música ambiental ya estaba ahí, en el zumbido de un tren lejano, en el viento moviéndose entre las hojas. Es música que no se esfuerza por expresarse, por exigir protagonismo. Su poder radica en lo que no intenta ser.

Pero la influencia de Eno no es donde la música ambiental termina. Es un comienzo, un modelo que permitió que otros mundos construyeran sobre él. La música ambiental japonesa, en particular, llevó esta sensibilidad a una quietud casi palpable, refinándola en algo completamente distinto: el espacio no es un cuarto vacío, sino un lugar definido por momentos íntimos: huellas de agua, el sonido de los pasos sobre tierra mojada, la naturaleza transitoria de la luz a medida que cambia sobre una superficie.

La música ambiental japonesa es un arte silencioso, definido no por la estructura, sino por la textura. No existe para ser escuchada, sino para ser sentida. Se mueve como la gravedad, no para ocupar, sino para influir. Hay una apertura: cada nota es un gesto sutil, dejando espacio para que el oyente respire, para llenar el silencio con sus propias reflexiones. No es una música que hable, sino que escuche, una presencia delicada tejida en el aire.

Este juego entre la música ambiental y el espacio, entre el sonido y su ausencia se refleja en la manera en que experimentamos el vino. El vino, también, trabaja en el reino de la ausencia y la presencia. Los mejores vinos no son los que abruman, sino los que sugieren, los que retroceden al fondo solo para reaparecer inesperadamente.

Ambos llenan vacíos, transforman los momentos vacíos en algo rico y complejo. No dictan la experiencia; proporcionan el marco. La relación entre la percepción y el silencio, la percepción y el espacio, es una conversación continua, donde ninguno domina, pero ambos definen los contornos del otro.